En primera persona

Una madre joven universitaria: “Mi hija me ha arreglado la vida”

Teresa se enteró tres semanas antes de presentarse a la selectividad de que estaba embarazada. Gracias al apoyo de su familia y la de su pareja, los dos terminaron la carrera

A Teresa le quedaban tres semanas para disfrutar de su primer verano siendo mayor de edad. Por delante solo tenía un trámite. Con un 9 de nota media en Bachillerato, la selectividad se convertía en una formalidad para dar un salto más en su crecimiento: la llegada a la universidad.

No se imaginaba que a falta de 21 días para ese examen, iba a recibir una bofetada de realidad. Estaba embarazada. “Nada más enterarme se lo dije a mis padres. Lo primero que me respondieron fue que no me preocupase y que había que seguir igual con la vida. Que a este niño no le iba a faltar de nada, que me iban a apoyar y a ayudar un montón, y que mi misión era proveer de un futuro a mi hijo”, recuerda casi nueve años después.

El siguiente en conocer la noticia fue su pareja. Un año mayor que ella, estaba estudiando primero de Derecho y Empresariales. “Para él fue un palo, pero no tuvimos ningún problema, desde el primer momento estuvimos de acuerdo en que lo íbamos a tener”, añade. A partir de entonces, comenzó a gestarse el doble hogar en el que ha vivido su hija durante sus primeros cuatro años de vida. “No nos fuimos a vivir juntos, cada uno siguió estudiando su carrera y continuó residiendo en casa de sus padres”, apunta.

La selectividad se convirtió en una prueba de fuego para saber cómo iba a hacer frente, desde ese momento, a la gestación y a la crianza de su hijo. En una misma frase reconoce la contradicción de que el embarazo “te cambia todo” para concluir que “realmente no te altera tanto”. Con el apoyo familiar ya garantizado y a pesar de que esta noticia le descentró “un montón”, como reconoce ella misma, superó el examen reduciendo su media solo un punto.

Comenzó a estudiar Farmacia y en enero nació su hija. Gracias al apoyo de las abuelas, tanto ella como su actual marido pudieron compatibilizar sus estudios. “Iba a clase y mi madre se quedaba con la enana, otros días estaba con mi suegra y ya cuando cumplió un año la llevamos a la guardería. Nuestros progenitores han pagado a medias su educación”, explica.

El apoyo familiar también le supuso algún obstáculo en la crianza de su hija, ya que mientras ella y su pareja siguieron en la universidad mantuvieron la convivencia separada. “Al final, las cuestiones organizativas generan tensiones, pero también nos unieron, nos fuimos conociendo”, recuerda.

Problemas de autoridad

A los 19 años, le costó ganarse la autoridad en su entorno familiar para que delegasen en ella la responsabilidad de educar a su hija: “Mis padres se estaban metiendo continuamente. Yo le decía algo y ellos la defendían. Obviamente tuve que luchar más que si hubiese estado viviendo con mi marido, aquí todo el mundo opinaba”. Durante sus primeros años como madre, Teresa aprendió a dejar a un lado las consideraciones de su entorno. “En la universidad era la única que tenía un hijo. Por eso la gente te juzga, llegan a pensar que eres tonta. Mucha gente me preguntaba: ‘¿Por qué no has abortado?’”, apunta. Para esta joven católica, interrumpir el embarazo “no era una opción” por sus raíces familiares y sus creencias religiosas.

Hace cuatro años se casó con el padre de su hijo, y actualmente se encuentra embarazada de su tercer vástago. El segundo nació hace año y medio en un hogar ya predispuesto para su llegada. “Es curioso observar la conexión que tiene mi hija mayor con sus abuelos, mucho más que el menor. Ella considera que su casa es la de mis padres, porque allí es donde ha crecido”, recuerda.

Preguntada por un balance de su experiencia, no duda al contestar que ser madre joven ha sido muy positivo: “Mi hija me ha arreglado la vida, me ha unido más a mi marido, nos ha hecho madurar antes de tiempo. Éramos unos niños mimados y de repente tuvimos que aprender a asumir responsabilidades. Si me volviera a pasar, volvería a hacer lo mismo”.

Hace cuatro años se casó con el padre de su hijo, y actualmente se encuentra embarazada de su tercer vástago. El segundo nació hace año y medio en un hogar ya predispuesto para su llegada. “Es curioso observar la conexión que tiene mi hija mayor con sus abuelos, mucho más que el menor. Ella considera que su casa es la de mis padres, porque allí es donde ha crecido”, recuerda.

Preguntada por un balance de su experiencia, no duda al contestar que ser madre joven ha sido muy positivo: “Mi hija me ha arreglado la vida, me ha unido más a mi marido, nos ha hecho madurar antes de tiempo. Éramos unos niños mimados y de repente tuvimos que aprender a asumir responsabilidades. Si me volviera a pasar, volvería a hacer lo mismo”.

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